Cada vez que interactuamos en las redes sociales, utilizamos la navegación GPS o nos comunicamos con nuestros dispositivos móviles, generamos datos. Miles y miles de datos que configuran el Big Data, y que son una gran fuente de oportunidades en multitud de ámbitos.

Según la compañía Cumulus Media, en el año 2019 cada minuto se realizaban en todo el mundo 3,7 millones de búsquedas en Google, se visualizaban 4,3 millones de vídeos en YouTube, se visionaban 266.000 horas de contenido en Netflix y se mandaban 38 millones de mensajes de WhatsApp.

El hecho de que la mayoría de ellos estén en la “nube” (ese concepto etéreo que parece hablarnos de algo virtual, algo que no existe en la vida real) facilita que no seamos conscientes del impacto energético y medioambiental de todos esos datos digitales. Pero como puede verse en el tráiler del documental “Internet Machine”, las infraestructuras del Big Data y de Internet no son invisibles.

La energía del Big Data

¿Te has preguntado alguna vez la cantidad de energía que precisa el Big Data? ¿Qué huella ecológica tienen nuestros datos?

El funcionamiento de Internet y la apuesta por una vida y una economía cada vez más digitales, tienen un coste energético del que somos muy poco conscientes. Todos los componentes que conforman la infraestructura tecnológica global: desde la fabricación y funcionamiento de dispositivos, hasta las redes de comunicación, y, sobre todo, los gigantescos centros de datos con miles de servidores, que conforman una enorme infraestructura, invisible para los usuarios, que consume gran cantidad de energía.  Más de un tercio de la misma se produce para generar la refrigeración constante a la que tienen que estar los servidores de datos para su correcto funcionamiento.

Según el informe Clicking Clean, elaborado por Greenpeace, la huella ecológica del tráfico de Big Data equivale al 7% de la electricidad mundial, y las TIC generan el 2% de las emisiones globales de CO2. Además, según la consultora McKensey, este porcentaje de emisiones crecerá hasta el 4% entre 2020 y 2021.

Intentar calcular la contaminación digital que generamos cada uno de nosotros como usuarios no es una tarea fácil. Sin embargo, disponemos de algunos datos que nos pueden ayudar. Según Google, cada búsqueda que realizamos en su buscador libera 0,2 gramos de CO2. O lo que es lo mismo, 1000 búsquedas equivaldrían a conducir un coche durante un kilómetro, y el uso del Gmail durante un año genera 1,2 Kg de CO2 por usuario.

Mención aparte merece la creación de bitcoins y otras monedas virtuales, que ya consumen la electricidad equivalente a 159 países.

Green data: cómo el Big Data puede ser más “verde”

Para revertir la huella ecológica del mundo digital y del Big Data, lo más importante, más allá de mejorar la eficiencia de las infraestructuras, es asegurarse que la energía necesaria procede de energías renovables.

Aunque sea más por razones económicas y de marca que por una consciencia ecológica real, lo cierto es que los grandes gigantes de Internet (Google, Facebook y Apple) están apostando cada vez más por las energías renovables y otras soluciones más sostenibles para proveer de energía a sus infraestructuras.

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Microsoft, por ejemplo, ha intentado refrigerar sus centros de datos ubicándolos en  fondo marino, mientras que Facebook apuesta por localizaciones de frío extremo. Apple, por su parte, utiliza una compleja combinación de diferentes fuentes de energía para conseguir que el 100% de sus data centers funcionen con energías renovables.

Otras soluciones de ahorro energético pasan por apostar por la refrigeración líquida (puede ahorrar hasta un 50% de energía), la gestión más eficiente de las infraestructuras con inteligencia artificial (se logran ahorros de hasta al 30%) u optimizar al   al máximo las infraestructuras. Se calcula que hasta una cuarta parte de los servidores de un centro de datos están inactivos durante al menos seis meses, pero mantenerlos tiene igualmente un coste energético.

Y como usuarios, ¿podemos hacer algo?

Aunque a veces parece que todo está en manos de las grandes empresas, los usuarios también podemos poner nuestro granito de arena. Aunque parezca algo simbólico, en realidad puede tener un impacto a gran escala.

Así, si tenemos conciencia ecológica, podemos aplicar hábitos como no dejar los dispositivos en standby, cerrar las pestañas y ventanas que no utilizamos en los navegadores, vaciar la bandeja de entrada de nuestro correo electrónico y reciclar los dispositivos electrónicos. Nadie nos impide avanzar hacia este futuro digital, pero está en nuestras manos que esta revolución no sea contaminante ni afecte al futuro de nuestro planeta.

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