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Los principios de la ética de los datos

La mayoría de innovaciones y nuevas tecnologías que vemos y veremos en los próximos años surgirán de los datos masivos. La revolución del Big Data es una realidad que está afectando a infinidad de áreas y sectores, y por lo tanto no está exenta de polémica y debates.

Aunque la velocidad de los cambios y los avances vinculados al Big Data da vértigo, los expertos abogan por la imperiosa necesidad de no olvidarse del debate ético. Desde las implicaciones de los datos en la privacidad de los usuarios  hasta el uso y explotación de los mismos, pasando por su propiedad, son múltiples las implicaciones éticas que hay que tener en cuenta.

El Big Data es un área de enorme alcance, y, por ello,  resulta tan importante asegurar un marco ético del uso de los datos.

En Europa, como ya hemos visto en anteriores posts, se han abordado muchos de los dilemas éticos del uso de los datos con la norma GDPR, pero las leyes parecen ir siempre un paso por detrás y muchos expertos reclaman una nueva actualización de esta normativa, que se ha visto superada en muchos aspectos.

Bienvenidos a la ética de los datos

¿De qué hablamos cuando hablamos de ética de datos? Si tenemos en cuenta que la ética normativa es la rama de la ética que propone criterios y normas que regulan la conducta humana en un determinado ámbito, podríamos considerar la ética de los datos como la rama que evalúa las prácticas de recopilación, análisis y tratamiento del Big Data que pueden afectar a las personas y la sociedad, y trata de establecer estándares y reglas respecto a su uso correcto.

Así, en el necesario debate de la ética de los datos, hay que hacerse preguntas como: ¿dónde está la línea que separa un buen uso del abuso de los datos, especialmente los privados? ¿Qué criterios se siguen en la selección y tratamiento de los datos? ¿Podemos confiar en las grandes corporaciones que recopilan y explotan nuestros datos?

Un aspecto importante a tener en cuenta respecto a la ética de los datos es que no es algo uniforme e inamovible. La casuística de lo que es adecuado y lo que no también varía según el país, la cultura, el tipo de consumidores o usuarios e incluso dependiendo del tipo de datos.

Nuevos pensadores para nuevas preguntas

Son muchos los profesionales de los ámbitos tecnológico, filosófico, periodístico y otros que trabajan para hacernos reflexionar sobre la importancia de la ética del Big Data.

Ante el exceso de “buenismo” tecnológico, que da por bueno todo lo que la tecnología nos brinda, es importante escuchar voces como las de Rachel Botsman, considerada una de las grandes pensadoras sobre la digitalización  y la economía colaborativa. En su libro “Who can you trust? How technology brought us together and why it might drive us aparty en su TedTalks, nos hace reflexionar sobre en quién estamos confiando nuestra vida digital y  nuestros datos privados. Según ella, hemos dejado de confiar en las instituciones para confiar en extraños como, por ejemplo, las plataformas digitales (Airbnb, Google, Facebook …)

También recomendamos seguir la trayectoria de Marie Wallace, analista de datos en IBM, que se autodefine como “Data humanist”. En su TedTalk “The ethics of collecting datareflexiona sobre si es posible poner a salvo la privacidad   de nuestros datos al mismo tiempo que son recopilados de forma masiva.

Finalmente, y ante la despreocupación de muchos ciudadanos sobre la privacidad de sus datos, resulta imprescindible escuchar al periodista Gleen Greenwald, uno de los que más ha investigado sobre las filtraciones de Edward Snowden, en su TedTalk “Why privacy matters”.

5 principios de la ética de los datos

Aunque los ámbitos de reflexión y debate de la ética de los datos son casi tantos como el número de datos, podemos hablar de 5 principios, que abarcan todo el ciclo de vida del Big Data:

Propiedad: ¿quién es el propietario de los datos?

Aunque la mayoría del Big Data es recopilado y gestionado por empresas y organizaciones, los usuarios deben tener claro que ellos son los dueños de sus datos.

Es fácil perder el control de los datos privados, así que el primer paso para exigir un uso responsable de los mismos es tener claro este derecho de propiedad.

Transparencia: clave para una mayor confianza

Como consecuencia de esa “propiedad” de los datos, los usuarios pueden exigir a las empresas y organizaciones transparencia en aspectos sobre el tipo de datos que se recopilan y almacenan, con qué finalidad y para qué usos.

Conociendo mejor todo el ciclo de vida de nuestros datos, los usuarios pueden tomar decisiones como, por ejemplo, aceptar o no las cookies de una página web. Además, ejercer la transparencia permite que se corrijan prácticas discriminatorias, especialmente en la recolección de los datos. Si una empresa, por ejemplo, explica con qué criterios entrena sus algoritmos, es más fácil que puedan detectarse datos sesgados o malinterpretados que excluyan una determinada parte de la población.

Actualmente, y aunque a veces sea más por motivos de reputación corporativa que éticos, la realidad es que son muchas las empresas que se están sumando a la causa de la transparencia y la integridad, ya que, en última instancia, es cada vez más importante para ganarse  la confianza y la fidelidad de los usuarios y consumidores.

Y es que, en la era digital, la confianza en una organización también se mide por la forma que tienen de gestionar los datos. Para saber si una empresa está utilizando de manera ética y transparente el Big Data debe preguntarse a sí misma si contaría sin problemas a sus clientes cómo utiliza dichos datos.

Protección y privacidad de los datos, conceptos complementarios

Garantizar la seguridad y la privacidad de los datos  es otra de las importantes responsabilidades éticas que deben asumir las empresas y organizaciones que gestionan datos.  A veces, estos conceptos se confunden entre sí o se utilizan como sinónimos cuando realmente no son solo distintos, sino que también complementarios. Además, ambos son esenciales para poder hablar de seguridad de los datos. Es decir, diremos que los datos serán seguros en la medida que cumplan las exigencias de seguridad y privacidad.

Por seguridad de los datos (del inglés, data security) se entiende todo lo que hace referencia a la protección de los datos contra accesos no autorizados. Se trata, por tanto, de un concepto que tiene que ver con aspectos técnicos, ya que de lo que se trata es de evitar por medios tecnológicos que terceros no deseados se hagan con los datos,

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Por privacidad (del inglés, data privacy), en cambio, nos referimos a la protección de la identidad y en este caso hace referencia al acceso autorizado a los datos, es decir, quién lo tiene, quién lo define y para qué finalidad. No se trata pues de una cuestión técnica sino más bien legal.

Propósito e intencionalidad:

¿Qué van a hacer con nuestros datos? En ética, los propósitos o intenciones son importantes. Así, si el objetivo de la recopilación de datos es beneficiarse de las debilidades de los usuarios, vender información personal o cualquier otra intención maliciosa, se están traspasando los límites éticos.

Incluso cuando las intenciones son buenas, empresas y organizaciones deben preguntarse sobre la necesidad o no de solicitar y recopilar cada dato, sobre todo los más personales.

Un ejemplo: en un estudio sobre el riesgo de reincidencia delictiva de presos se tienen en cuenta datos como la raza o el sexo. Aunque los datos se piden por una buena causa, no es ético recopilar esos datos, ya que pueden contribuir a un análisis final parcial y sesgado. La idea es, pues, extraer el mínimo de información y datos personales necesarios para dicho estudio.

Otro ejemplo de uso poco ético de los datos es el Social Credit System de China, que basándose en el conocimiento exhaustivo de todo lo que hacen sus ciudadanos, también en su vida privada, genera un sistema de clasificación de los individuos que condiciona aspectos tan importantes como las oportunidades de  empleo, el acceso a la vivienda o la concesión de un crédito.

Sostenibilidad: integrando la ética del dato en la cultura corporativa

Cuando una empresa u organización tiene en consideración los anteriores cuatro principios éticos y los integra en su estrategia corporativa global, hablamos de sostenibilidad ética.  

Y es que únicamente integrando la ética en lo más profundo de la cultura corporativa es posible garantizar que el respeto por los datos perdura en el tiempo.

En este sentido resulta interesante el libro “Data Ethics – The Rise of Morality in Technology” de Jamie Bernard, considerado una guía exhaustiva acerca de cómo incorporar de manera efectiva y transversal la ética de los datos en las organizaciones. 

Conclusiones finales

Como en otros debates alrededor del Big Data y la tecnología en general, una vez más el problema no está en los datos ni en las innovaciones, sino en qué hacemos con ellos.

Utilizar los datos masivos para diseñar Smart Cities, anticipar pandemias o prevenir el fraude parecen, en principio, propósitos éticamente aceptables. Pero  la ética de los datos debe profundizar en el análisis cada dato, interviniendo en cada dilema ético, por pequeño e insignificante que sea.  El análisis ético no debe abordarse como un ejercicio negativo o meramente crítico, sino que aplicarse desde un enfoque positivo, constructivo y propositivo. Es la única manera de afianzar el desarrollo digital sostenible de nuestras sociedades.

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